En el
mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no
cesaba de pregonar que ella era la más veloz y se burlaba de ello ante la
lentitud de la tortuga.
¡ Eh, tortuga,
no corras tanto que nunca vas a llegar a tu meta! Decía la liebre riéndose de
la tortuga.
Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre
Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre
- Estoy
segura de poder ganarte una carrera.
- ¿A mí? Preguntó asombrada la liebre.
- Sí, sí, a ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera.
La liebre, muy ingreída, aceptó la apuesta.
Cuando
la liebre se despertó, vio con pavor que la tortuga se encontraba a una corta
distancia de la meta. En un sobresalto, salió corriendo con todas sus fuerzas,
pero ya era muy tarde: ¡la tortuga
había alcanzado la meta y ganado la carrera! - ¿A mí? Preguntó asombrada la liebre.
- Sí, sí, a ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera.
La liebre, muy ingreída, aceptó la apuesta.
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